El aprendiz Kenji se encontraba dentro de la herrería moldeando la hoja de una katana para un posible pedido, cuando apareció el honorable maestro Shang. Kenji, sin inmutarse ni percatarse de su presencia, continuo con el ritual de forma constante. El honorable maestro se sentó en una mesa cercana observando y perdiéndose entre las llamas de la fragua.
Fue entonces cuando el aprendiz dejó de moldear la katana para coger un molde de una empuñadura y percatarse de su presencia. El honorable maestro le hizo señas para que se sentara en una silla cercana a su persona.
- Kenji, ¿qué opinas de tu trabajo? - Dijo en anciano con cierto tono pausado
- No os entiendo, Maestro. Es un trabajo que me gusta y en el que aprendo mucho, ¿pero por qué me hacéis esta pregunta? - Preguntó confuso ante la pregunta de Shang
Se generó un silencio incómodo y el maestro aún continuaba perdido entre las llamas de la fragua. Kenji, acostumbrado a la paciencia y pasividad de su maestro, espero paciente una respuesta, pero no la obtuvo.
El honorable maestro se levantó de su silla y se marchó si mediar palabra. Kenji estaba confuso, no sabía con que objetivo le hizo esa pregunta ni tampoco el porqué de su comportamiento.
Se levantó y continuó forjando la katana, aún con las dudas que le abordaban.
A la mañana siguiente, cuando Kenji se levantó de su cama, se lavó la cara y se despejó y fue a dirigirse a la fragua para continuar con sus obligaciones.
Encontró a su maestro sentado en la misma silla en la que estuvo situado el día anterior. Con unas señas de su mano, ordenó a su aprendiz sentarse junto a él.
- Kenji - dijo con una voz ronca - estuve pensando en la respuesta que me diste ayer.
- ¿Qué respuesta, Maestro? No os dije nada que no... - Kenji paró de hablar cuando su Maestro levantó la voz en señal de interrupción
- No era esa la respuesta a la que me refería. Tú mismo me respondiste con tu mirada. Tus ojos denotaron satisfacción en tu esfuerzo. Un herrero no nace, se hace, aunque viniste a mi con un don que nunca había visto antes y con un elevado esfuerzo por adquirir rápido conocimientos en la forja de armas. Dime, ¿qué buscas en esta vida? - Preguntó con cierta incredulidad
- Maestro, mi vida solo se basa en la muerte de mis familiares y en sangre. Reclamo venganza por lo que le hicieron a mi padre. Me da igual los obstáculos que se interpongan en mi camino. Alcanzaré mis metas, y si muero, es que así lo ha decidido el destino.
- El destino lo forja uno mismo. Lo que reclamas no te saciará. Siempre encontrarás sangre y muerte a tu paso. No eres vengativo, eres una buena persona, no dejes que algo así te cambie - culminó con voz autoritaria
Se hizo un silencio de pocos segundos. Ambas siluetas tenían la vista perdida, buscando una respuesta hacia sus propias palabras.
- Quiero que seas mi legado - dijo con mucha brevedad
- ¿Queréis que sea Maestro Herrero? - pregunto con cierta confusión
- Yo no lo quiero. Los dioses lo quieren. Tu tienes un don que yo no tengo: el don de la persistencia. Alcanzarás tus objetivos a cualquier precio y yo te juré que te ayudaría a alcanzarlos. Este es mi regalo.
Kenji se quedó perplejo y de sus labios no nacieron palabra alguna. El honorable maestro se levantó y se marchó, quien sabe si llegaría a volver algún día.
El aprendiz, ahora convertido en Maestro Herrero no se preguntó a donde se fue ni se preocupó. El sabía que Shang le había regalado su legado por una razón que él desconocía, pero lo que si conocía era que su Maestro no volvería. Ahora él era el Maestro y debía honrar sus palabras.
*OOC:
Así es como me convierto en Maestro Herrero y en el nuevo dueño del establecimiento.
